viernes, 27 de marzo de 2009

Padres e Hijos















Anoche, día 26 de marzo, en la librería "El Pequeño Teatro de los Libros" (un espacio amplio, acogedor, cálido, rodeado de obras cuidadosamente expuestas...) nos reunimos alrededor de Manuel Martínez Fórega y de Alfredo Saldaña para celebrar los 20 años de Lola Editorial.

Cronológicamente, más o menos, se leyeron fragmentos de los distintos libros publicados en sus colecciones. Por allí pasaron sus autores, otros editores de mérito, como Trinidad de Olifante, y otros poetas que brindaron su voz a las gargantas ausentes.
Entre los rojos telones que encuadraban una inmensa mesa de madera (cuadratura del círculo, si se quiere), donde en lugar de exponerse los libros se asomaron autores, en ese coro nos recogimos.
Sonaron voces en lengua francesa, en checo, en inglés y hasta en fabla. Entorno a la mesa común, en un subir y bajar, en un reír y escuchar, pasamos las horas.

A mi parecer, y si es necesario concluir de las cosas con una reflexión o una enseñanza, he pensado que para ser buen hombre (entiéndase, por favor, una buena mujer) uno ha de respetar, de inicio, dos preceptos: En la juventud, no avergonzar a los padres y, en la madurez, no avergonzar a los hijos.
Desde luego, “Lola” que hoy amanece, tal vez de resaca, tras haber visto sus primeras 20 primaveras, cuando mire a sus padres: Manolo, Mariano Castro, Alfredo…, no ha de sentir por ellos sino franco orgullo, orgullo cálido y silencioso. Ése que se dibuja en el penetrante brillo de la mirada que, en honestidad, une las almas y en la sonrisa que se dibuja, tras el encuentro de tales ojos….

¡Salud, “Lola”, y enhorabuena a tus padres!


P.D.: Podéis visitar, si asi os parece, el blog de la librería.

jueves, 19 de marzo de 2009

ESPOLETA EN EL PUEYO DE MARGUILLÉN










LLAMAMIENTO:

El próximo 25 de abril, sábado para más señas, El Pueyo de Marguillén nos convoca a ser voz y a hacernos eco de su protesta.



Como veréis en esta imagen, cuando la "Autopista Eléctrica" entre en servicio, sus ciudadanos se verán sometidos a un campo magnético de elevada magnitud, lo que les hará emigrar o les condenará a sufrir cáncer, leucemia, alteraciones del sueño... (Fíjate cómo se enmarca dentro del casco urbano la torre).

















Esto no es ningún cuento: es FÍSICA. Toda corriente eléctrica rectilínea crea un campo magnético perpendicular al sentido del avance de la misma. Bajo estas líneas se observa el fenómeno mencionado, indicando la flecha el sentido de avance de la corriente eléctrica, los círculos azules sería la rotación del campo magnético y en rojo y verde ser vería cómo se orienta la brújula.




Nuestro cuerpo "físico" está sometido a las leyes de la física y todas las moléculas que nos conforman tanto las "sólidas" como las moléculas de agua libre o en combinación, tienden a orientarse magnéticamente.
Viviendo en las proximidades de un campo mágnetico de magnitud suficiente, las posibilidades de convinación química de los elementos que nos componen puede variar y la realización de enlaces puede verse alterada, máxime en etapas gestacionales.
Por tanto, afirmar que esta línea de altísima tensión va a cambiar la vida del pueblo, es decir poco, en realidad lo condena. Yo no viviría bajo esos cables en constante zumbido sordo... En fin ahora me viene a la memoria aquellos viejos telefilmes de juicios basados en casos reales de "Estrenos TV"...
El progreso, aceptémoslo, es imparable. Pero ha llegado la hora de hablar y decidir qué es lo que tiene sentido y qué es lo que no. Hablemos de hacia dónde dirigirlo.
Por favor, acudid, hablad, pasad la voz, leer poemas con nosotros que no cambiaran tal vez nada o tal vez nos cambien para siempre....
Un abrazo

lunes, 9 de marzo de 2009

el ateneista, por Miguel Ángel Ortiz Albero


En la sección "Papeles Perdidos, Voces Olvidadas", Miguel Ángel Ortiz nos trajo del recuerdo las páginas de "el ateneista", revista independiente dependiente de ecrevisse. Mejor que cualquies comentario, sus propias palabras.





Ciento cuarenta y seis milímetros por ciento cinco milímetros fueron, a finales del pasado siglo, las medidas exactas y precisas de las aspiraciones literarias de un grupo de jóvenes artistas, de quienes un cierto sector de la crítica no dudó en decir, acertadamente, y para regocijo de los tales artistas, que resucitaban un cierto “espíritu bretoniano, e incluso las poses del dandy y del maldito”, llegando incluso a calificárseles en la prensa de la época como “los fabulosos ecrevisse”, pues ecrevisse era el nombre que, entre el orden y la aventura, habían elegido para sí. Entiéndase que tales calificativos y consideraciones eran referidos a su pública faceta de artistas plásticos y agitadores sociales, cuando lo que realmente pretendían “los fabulosos ecrevisse”, ya desde sus inicios, era regodearse en y desde el ocultamiento de su desconocida labor como poetas.

Nacidos con una indudable conciencia de su más que posible caducidad futura y con una casi deliberada voluntad de desaparición, fue cuando ésta, la desaparición, se hizo voluntaria, con el cese total, o no, de todas sus actividades, cuando se acentuó el “carácter esencial” del grupo, como bien se afirma en la presentación, o “postludio de muerte”, del libro que, bajo el título “L’Ecrevisse écrit”, recoge las andanzas y tropelías artísticas de este grupo de fabulosos seres. La paradoja, sabiamente jugada por el que fue, es y será de por siempre, biógrafo oficial del ecrevisse, el doctor, hoy sí, que no entonces como alguien llegó a decir, Sánchez Oms, la paradoja, digo pues, quiso titular de tal modo a un libro que en absoluto trataba de la obra escrita del grupo, pero sí de toda su producción plástica. Brillante título, que duda cabe, para brillante libro, que dejaba a las claras una deliberada intencionalidad poética más que evidente: el ecrevisse se hacía a sí mismo en la palabra, como analizó Oms con absoluto acierto, y se le hacía, desde fuera de él, también en la palabra. Y aun con todo ese volcarse en la palabra, en adelante, sin embargo, y como continuando una tradición no escrita, valga la gracia, nadie se ocupará jamás del itinerario poético de estos muchachos. Jamás.

Cuando los ecrevisse habían ya colocado un pie en el terreno de las voluntarias desapariciones, moviendo hábilmente las últimas fichas de su juego, un otro sector de la crítica, no entendiendo absolutamente nada, se permitió decir, textualmente, que “de no haber sido por el rigor mortis” que rezumaba su último acto, se hubiera creído, y cito, “que Ecrevisse nos hacía partícipes de uno de sus juegos, quizás el más ingenioso: jugar a ser historia”. Tal afirmación, sin que aquel sector de la crítica lo hubiese deseado, más bien al contrario, daba carta de naturaleza y ratificaba ese juego de la historia, a la que “los fabulosos” acababan de entrar poéticamente y por escrito, quedando fuera del tiempo, según aquel sector crítico, un tiempo que, según el mismo sector, “se les echaba cada vez más encima”. Encima, sí, y fuera de él. Fuera del tiempo, desparecidos. Como si ellos, desde su dandismo, no lo hubiesen sabido desde hacía ya tiempo. Como si no hubiesen jugado ellos desde la asunción de que eso habrá de ser siempre lo que ocurra con casi todos nosotros, como también con ellos: que se nos eche a todos encima el aceptado tiempo de las desapariciones, el de los papeles perdidos y las voces olvidadas.

Fuera como fuese, de entre todo aquel hedor a rigor mortis que, al parecer, se desprendía de aquel último juego que fue la exposición titulada “los años de retratos retardados”, algo habría de quedar en adelante para el olvido poético. Algo que, si empezó siendo silencio, como los fabulosos afirmaron en numerosas ocasiones, como tal se mantuvo hasta su desaparición, o no. Como silencio, como un bello silencio de ciento cuarenta y seis por ciento cinco milímetros, impreso en blanco y negro, sobre papel pobre y variable que iba del azulado al gris según los días, sin una sola imagen o con alguna accidental o incidental, cargado de erratas torpes o deliberadas, en ejemplares de entre veintiuna y cuarenta y cinco páginas, cien y sólo cien ejemplares por número, con fecha y sin fecha, con precio y sin precio, con todo y con nada, pero con todos los poemas de una época que ellos se dedicaron a sí mismos. Porque así eran ellos de fabulosos para consigo.

“El Ateneísta”, aquella mezcla de erisio y marista que tanto había subyugado años atrás al sin par Pepín Bello, paradigma del silencio creador, subyugó también a ese ecrevisse ávido de romper el suyo. Y así, del mismo modo en que el Bello Pepín rompió su silencio declinando aquel célebre poema, así decidieron ecrevisse declinarlo también para bautizar como “El Ateneísta” al que habría de ser su órgano de expresión literaria durante su final de siglo. El ateneísta, el ateneistae, el aiteneistaie, el aiteineistaie, nacía así como cadáver exquisito de exquisitez cadavérica, pleno de vida y con rubor y ardor del vino de las celebraciones en sus mejillas.

Pepín Bello, Luis Buñuel, Benjamín Peret, Leonora Carrington, Guillaume Apollinaire, Joan Brossa, Remedios Varo, Marcel Duchamp, Alfred Jarry, Boris Vian y Raymond Queneau, habrían de darse la mano, desde las portadas de los fabulosos doce números de “El Atenísta”, con los mismísimos Antuan Duanel, M. Glassé, Charles Delaire, Pierre d. La y Michel A. Zone, a la sazón “los fabulosos ecrevisse”. Pero con ellos y no sólo con ellos, pues las puertas de aquel ateneo imaginario se abrieron a otros poetas del fin de siglo como Javier Castanera, Luis Carlos Marco Bruna, Sergio Algora, el Doctor Bungalou Lumbago a Tres Bandas, Antonio Fernández Molina, Ángel Guinda, Eduardo Abadía, Pedro Pablo Azpeitia y tantos y tantos otros que habrían de formar parte de las filas de estos papeles que habrían de quedar, en adelante para el olvido.

Habréis de permitir finalmente, queridos oyentes, que aquel tan público y pregonado secreto que desde siempre rodeó a “El Ateneísta” siga haciéndolo hoy. Habréis de entender la deliberada voluntad de olvido, o no, con que nació. Habréis de saber que si tan sólo eran cien los ejemplares de cada número, sólo cien veces podía desaparecer, y que una de ellas lo hizo en París, sabedlo, donde se halló perdido un fabuloso ejemplar en alguna no menos fabulosa librería de tintes surreales. Habréis de permitirme no decir mucho más, tan sólo recomendaros que busquéis ateneístas allí donde podáis, si es que podéis. Y para ello, tan sólo os recordaré desde las propias entrañas del ateneísta que, como dijo Pierre d. La,

“queriendo no conocer, se estremecen las tuercas de tu demonio [...]
partiendo hacia la oscura belleza, encontrarás la existencia de la razón descontrolada virulenta mágica lógica”,

como así, mágico y lógico se hace ecrevisse que, en palabras de Charles Delaire,

“Al menos podría ser gavilán de mis mucosas, árido salvaje de climas y extrañezas. Sangre en todas las letras. Tigres en todos los céspedes. Desmañadamente insaciado. (O al menos podría ser)”,

algo confirmado por Antuán Duanel, cuando dice,

“Lamentando contradecir al acerbo popular, debo recordar que un ahogado no es un muerto por inmersión, es un ser aparte”,

un ser aparte siempre, y aún más en ese instante final en el que, como narra M. Glassé,

“Alzó la mirada y vio. Era la luna que se acercaba a recoger su vestido de flores de varadio. El hombre, avergonzado de su propia velocidad, se arrancó las piernas y dejó que huyeran a un refugio nevado en las montañas de azúcar y pan de molde”,

para así poder decir tan sólo, desde los olvidos y las desapariciones, como dice siempre Michel A. Zone, parafraseando a su admirado Guillaume,

“Adiós adiós
sol cuello cortado”.

martes, 3 de marzo de 2009

TORRERO, un poema de Carlos Bozalongo







Como poeta del Barrio, Carlos Bozalongo (Carlos González Sanz), nos ofreció una lectura brillante, sincera y emocionante de su extenso poema "Torrero", dedicado al barrio en el que él nació y en el que yo vivo.
A continuación os copio (cortesía copyleft del autor) su texto para vuestro disfrute.


Me piden que os hable de mi barrio
Que convoque aquí como si tal cosa
Las calles y las plazas
De Torrero de Venecia de la Paz
De los montes y de los pinares
Que convoque aquí
En este círculo de palabras mal medidas
El canal y las graveras
Las tiendas del barrio los hombres las hormigas
Ya que estamos quizá también
Debería hablaros del progreso
De las comunicaciones y de las incomunicaciones
Y aunque no huelan tan bien
Como para ser expuestas internacionalmente
De las chabolas de la cárcel y del cementerio
Ya puestos podría convocar hasta a la historia
Pero sería tanto como hablar de la muerte
Y de los barrancos donde habita

Sin embargo lo mío
Francamente
Os lo confieso
No son las convocatorias
Ni los círculos mágicos
Nunca se me dieron bien
Las redacciones escolares
Ni mucho menos los panegíricos
Yo
Como ya os habrán advertido
Solo tengo de brujo lo que tengo
De aprendiz de poeta
Y es oír barrio
Y no puedo pasar más allá de la palabra barrio
Pronuncio sus letras
B A R R I O
Y es lo mismo que atreverse a decir Hombre
Lo mismo que abrir los ojos
Y encontrar que la mañana nos aguarda
Con las calles puestas
Con su afán / con su mercadillo abierto
Con sus voces de mujeres y de hombres
Con su canto de canarios enjaulados
Y su olor a verdura y a tripas de pescado

Y así digo barrio
Y me sabe la boca a pan recién comprado
A pan caliente que exige paciencia
Que pide espera para entregarse
Para alimentar dos veces
Con la miga de las conversaciones
Y la corteza endurecida de la vez dada
Del lugar conseguido entre los iguales

Lo digo una vez más
BARRIO
Lo repito y va perdiendo
Su arbitraria articulación de nombre
Y suena entonces como perro vagabundo
Suenan sus erres a autobús proletario
A aceras rotas donde la vida enseña sus dedos verdes
Suena a canteras y graveras
Suena a bullicio de bares y de mercados
Y en la o que lo cierra como un círculo
Suena / en suma
A vecindario

Escribo luego barrio y en cada letra hay un olor
Hay una tarde que se llenó de esperanzas
Lo leo
B A R R I O
Y descubro también sus sombras
Está lleno de nombres de amigos
Enrique César Susana
Juan Conchi Yolanda
Y tantos otros definitivamente olvidados
Está lleno de hombres que fueron padres tíos o hermanos
De profesores que sabían enseñar con ilusión y con sorpresa
Fernando Tomás / Rosendo
Poeta de guardia en el bar Valencia
Y también Luis y Koldo y José Antonio
Y está lleno sobre todo de vecinas
Que eran madres de repente
La señora Marce la señora Tere…

Algunos se fueron
Todos se quedaron cuando yo me fui
Y hoy que los nombro
Me llenan de sombras
De nombres y rostros perdidos
Desvanecidos sin una simple despedida
Con previsión de un luego un pronto o un mañana
Porque es fácil ser hijo ser hermano o amigo
Ser vecino
Cuando el tiempo nos pertenece
Cuando huele y sabe y tiene piel
Y una tarde dura lo que dura una tarde
Que puede ser toda una guerra
Toda una cacería de lagartijas
Un partido una batalla una conversación o un beso
Un disco de Hendrix o los Cramps
Que da vueltas en otoño bajo el humo verde del hachís
O un simple paseo con olor a caramelos
Pero siempre nos equivocamos
Siempre erramos
En las cosas que más queremos
Y el olvido las ocupa y las habita y nos desaloja
Y se escapan los rostros y los nombres
Como se escapa el autobús mientras inútilmente lo perseguimos
O definitivamente nos resignamos

Pero el caso es que no puedo engañaros
No puedo hablar del barrio que ya no habito
Son ya diez años de lejanía
Puedo eso sí
Contaros cómo habita en mí
Esa república de mujeres y de hombres
Cómo Torrero cómo la Paz me llena de calles / me hacen plaza
Cómo siguen enseñándome a ser hombre
Con dignidad de niño que aprende a ojos llenos
Cómo me hago yo mismo barrio
Cuando tomo la palabra
Por el gusto de hablar con los prójimos
Y soy entonces el cónsul de Torrero
El anfitrión de la Paz allí donde ahora soy
Una vez más vecino

Pero para que no haya malentendidos
Antes de nada quiero que conste de palabra y por escrito
Que de Torrero no me fui
Me desterraron por libre oposición y falta de sesera
Me exiliaron de mi vida y de los míos
Me dejaron bien claro
Que no había un lugar para mí
En sus listados de vacantes y comisiones de servicio

Bien sabes tú que ahora me escuchas
Cuánto dolor había en el recuerdo de nuestra casa vacía
Cuánta añoranza de nuestros pasos por la orilla
Del canal o los pinares sentenciados
Cómo dolía no acabar de creerse
Que un día levantaríamos de nuevo nuestra casa
Y nuestros manteles sábanas y servilletas
Ondearían de nuevo
Como banderas de nuestra patria
Allí en la calle Jaén
Sobre los plátanos y los pinos del jardín del invierno
Era el tiempo entonces de la amenaza
Del sitio / de las obras como trincheras
Aún no le habían apretado el cinturón del todo
Al Torrero republicano
Bien lo sabes tú
Cuánto dolor por la aventura perdida
Cuánto dolor por no poder sumar los brazos y las manos
Empleadas ahora allí donde el buey pace
Y olvida engordando entre arriendos e hipotecas

Así que os voy a contar
Honesta y llanamente
Un poquito / un casi nada
Lo que coge en una mano
Un manojo de memoria cereal
Del barrio que me parió
Del barrio que me dio toda una infancia
Para vivir la vida
Y añadiré un poquito
Un casi nada / cuatro recuerdos amados
De mi juventud de la mano
De aquella que me acompaña
Y que dejó su barrio de Zaramaga
Para hacerse ciudadana del mundo
En la república independiente de Torrero
En la calle Palma de Mallorca se abrieron mis ojos
O eso creo
Al mundo
Y en la Paz de mi infancia
El mundo era la calle de Lucas Mallada
La huerta del Adobero
Y las graveras
Donde nacían cantando los gitanos
Nacían bailando

El cielo era la casa de mi abuela
Aunque en su infierno
La guerra dormía aún en el fondo de los cajones

De una tierra de hombres secos se vino
A la Zaragoza de las higueras de las huertas y las parras
Y encontró su casa sin saberlo
Sobre los huesos de su hermano asesinado
Sólo aquí en la Paz
Floreció su nombre de Rosa
Entre cuentos canciones y romances
Y al amor de su pecho endurecido
De vendedora ambulante de pescado
Sus palabras de adobe y flor de mayo
Sembraron en mi boca la poesía

Luego creció el mundo
se llenó de caminos / de calles
Que eran ciudades o eran hombres
Oviedo La Coruña
Lasierra Purroy Lóbez Pueyo
Mis piernas crecieron recorriéndolas
Dibujando su geografía de tiendas colegios cines
Amigos y enemigos íntimos
A Zaragoza entonces todavía se bajaba
Y era toda una aventura de autobuses y de mercados
Aún guardaba el portero
La escalera hacia el cielo de la casa
Y de cuando en cuando la fiebre
Venía con su maletín de cuero
Y la aguja fría y certera del practicante
Don Rafael por más señas
Era el tiempo en fin de la peseta del remiendo y de la iguala
Pero qué fiesta de mujeres
De vecinas que una tarde
Deciden de repente reordenar el mundo
Y fríen / comparten rosquillas / hijos
Casan naipes
Cuentan chistes
Comparten chitos
Crían canarios
Llenan el mundo de geranios de cactus y de clavelinas
De casas abiertas donde aprender
Que la generosidad es abundancia
Y que la solidaridad
Tiene las manos prestas
Aunque no haya sido proclamada
Una de las virtudes teologales

Tendría en fin que nombrar tantas cosas
Tendría que hablaros cuando menos
Del amor de mi madre
Cosiendo y descosiendo el mundo
De la hombría de bien de mi padre
De los otros padres obreros compañeros amigos
De mi tío que era una canción
Que era la alegría y la sorpresa de la mañana
De mi abuelo Germán
Que sigue vivo en mi sangre
Y también / ya los nombré
De José Antonio de Tomás de Luis o de Rosendo
De los recuerdos más amados
Del amor con que mis pies recorrían tus calles / Torrero
De la mano de mi compañera
De la sonrisa de mi hijo Adur que llegó a respirar tu aire
De nuestra casa abierta a los amigos a los nuevos vecinos
A un futuro deseado
Pero sería tanto como hablaros del mundo
Como contaros cómo se ensancha el horizonte
Cuando alguien te escucha
Sería tanto como hablaros
De la voz que crece y se llena de voces y de jergas
De la libertad conquistada
De los labios menores
De edad enmudecidos ante la belleza
Del primer beso de la primera borrachera
Y de los ojos verdes del sexo
Que mudaba entonces su piel de serpiente en los pinares

Francamente
No hay vida para tanto
Y esto es / en definitiva
Con todos mis silencios
Con todos mis olvidos
El barrio que habita mi pecho y mis recuerdos

Os preguntaréis quizá
Por qué mi discurso
no hace mención al progreso
Por qué ignora deliberadamente
Las grandes expectativas
De un distrito residencial con puerto y centros comerciales
Por qué definitivamente olvidé los muertos
Ignoré la historia

Qué queréis que os diga
Mis palabras son siempre así
Y ya os lo he dicho
Crecieron en mi boca
En el barrio que me hizo barrio
Y son un poco sucias
Siempre sin asfaltar
Sin aceras y sin vertido
Acabadas un minuto antes
De su inauguración pública
O permanentemente en obras
Y así como a mí me las dieron
Como un don
Así como llegaron a mis manos
Abiertas al hombre y a la vida
Así os las traigo y os las ofrezco y quiero
Que sean para vosotros
Palabra comunal
Conversación de vecindario

Más vale tarde que nunca

El pasado 23 de enero, en Torrero para más señas, celebramos un encuentro entre amigos y versos.
A continuación, para aquellos que no pudieron disfrutar de las distintas propuestas que nos acercaron Pedro, Tanja, Miguel, Cuidado con el Perro, Ángel y Carlos, os copio algunos de aquellos textos:

Ángel Sobreviela




















INÉDITOS E INAUDITOS:
GABRIELE D'ANNUNZIO (1863-1938)




(…)

¿Quién es este poeta, este Gabriele D'Annunzio, figura central en la historia de la literatura italiana, cuyo nombre llevan colegios o aeropuertos italianos y que apenas es conocido hoy entre nosotros? A comienzos del siglo XX sí que fue muy leído en España, especialmente sus novelas, las cuales aún pueden hallarse a través de internet en viejas ediciones. Y recientemente, se ha reeditado una exitosa novela de la escritora mejicana Bertita Harding narrando la historia de amor de D'Annunzio con la famosa actriz Eleonora Duse, la rival de Sarah Bernhardt. (Vida de la Duse y D'Annunzio, ed. Nortesur, 2008)
Se podría hablar por tanto de su intensísima vida erótica y de su enorme lista de amantes. Pero también se le podría presentar hablando acerca de cualquier faceta de su apasionante vida, por ejemplo como aviador, o como combatiente voluntario en la Primera Guerra Mundial. Tras la guerra, él y sus excombatientes prosiguieron una lucha política de reivindicación nacionalista y revolucionaria. Se tenía la convicción de que los aliados, y en especial el Imperio Británico, le habían birlado a Italia los frutos de la victoria, tratándola como a una nación de ínfima categoría. Se podría hablar de sus difíciles relaciones con el fascismo, del que se ha considerado inspirador, aliado, pero también severo crítico interno, conciencia disconforme del régimen de Mussolini. Nunca perteneció al partido fascista, siendo tal vez el único hombre a quien Mussolini llegó a temer, debido a su influencia en la opinión pública. Se dice que cuando el poeta murió cargado de años, justo un año antes de la Segunda Guerra Mundial, el Duce exclamó: "¡Por fin!".

Pero quiero hablar de la escasa distinción que hay en este autor entre su poesía y su prosa, echando un rápido vistazo al modo en que confluyen estas dos vertientes. Me centraré por tanto en la fuerza del estilo, porque más allá de las simpatías o antipatías biográficas que un poeta pueda inspirar, es la cualidad de su estilo aquello que le otorga un puesto en la historia literaria.

D'Annunzio es un puente tendido entre dos épocas, el final del siglo XIX y un comienzo del siglo XX que es acompañado del estallido de la modernidad. Su formación fue la de un hombre del XIX. Como artista, proviene de los últimos ecos del Romanticismo, del lenguaje directamente heredado de los simbolistas, y de los venenos refinados y sensuales del Decadentismo. Pero su aprendizaje de madurez, sus vivencias intelectuales y la relación que estableció entre su literatura y su época pertenecen ya plenamente al siglo XX. D'Annunzio fue fiel a cada metamorfosis del espíritu del tiempo, y su obra se va transformando y va asimilando las nuevas necesidades expresivas: pero esto no como una influencia recibida por las generaciones más jóvenes, sino por una necesidad interior concordante con las experiencias de su época convulsa y con el despliegue literario de nuevos lenguajes para un tiempo nuevo. Asimila nuevas formas a la vez que agota las antiguas por propia exhaustividad en su cultivo. Es por tanto, junto a Joyce y Proust, un escritor que revienta la escritura decimonónica desde dentro, sin llegar a pertenecer a las vanguardias históricas aunque dejando en ellas su impronta. El lenguaje dannunziano, a partir de la segunda década del siglo XX, influye de modo inesquivable en la primera y más pura vanguardia, la de Marinetti y el futurismo, y también en otro poeta poco conocido, Dino Campana, (aunque por fortuna no inédito, ya que ha sido traducido entre otros por nuestro amigo Manuel Forega…) No es casual que James Joyce quisiera aprender italiano para leer a D'Annunzio en versión original, ni que los ecos del lenguaje dannunziano se hagan notar en El retrato del artista adolescente. Dublineses es un libro que tiene mucho en común con Los cuentos del río Pescara, y no es, por cierto, superior a éstos. Estos relatos de Gabriele fueron traducidos por Ángel Sánchez Gijón, recientemente fallecido (el padre de la actriz, Aitana Sánchez Gijón), y no deja de sorprender gratamente ver a un comunista traduciendo a D'Annunzio.
Cultivó todos los géneros. Poesía, novela, teatro, memorias, artículos, ensayo político, la llamada "prosa d'arte"…. Pero siempre fue poeta por encima de todo. Las virtualidades de la poesía le acompañaban incluso al escribir novela. Una vez demostrada en la juventud su pericia como narrador por medio de sus relatos y de su primera novela Il Piacere (El placer, 1889), fue avanzando hacia el romanzo-poema (novela-poema), donde la acción va reduciéndose en importancia a cambio de la exposición de un complejo entramado de sensaciones e ideas que van desarrollándose a través de un discurso lírico, donde sólo los diferentes personajes, su diverso sentir y su deambular por ámbitos cargados de significados metafóricos nos recuerdan que estamos en una novela.
Pere Gimferrer ha llamado a D'Annunzio, con razón, "obseso de la palabra". Y este obseso, poéticamente, practicó todas las formas y géneros: así los sonetos clásicos y perfectos de su serie "Las ciudades del silencio", donde las ciudades históricas de la Toscana aparecen como en los cuadros metafísicos de Giorgio de Chirico, desprovistas de figuras, como si las propias ciudades fueran un personaje en sí mismas. También trabajó el drama en verso, como en El martirio de San Sebastián, al que puso música su amigo Claude Debussy. Llegó hasta la utilización ya moderna del verso libre, la diversidad métrica y los polirritmos en Los Laudes de la tierra, del mar, del cielo y de los héroes. Su narrativa lírica y su lenguaje poético confluyen a partir de la segunda década del siglo XX ya mencionada, en sus escritos más importantes: sus libros de memorias. En ellos alcanza en mi opinión su cumbre expresiva, y son sus creaciones más personales y fecundas. Son justamente estos libros los que no han sido publicados nunca en España y es por eso por lo que hay un D'Annunzio que está aquí hoy entre vosotros inédito e inaudito.
A lo largo del siglo XX, la crítica ha constatado reiteradamente la artificial distinción que puede llegar a haber entre poesía y prosa. En un tiempo donde la lectura solitaria y en silencio de la poesía sustituye a la oralidad, la poesía conoce un nuevo ritmo y discurrir, y puede perfectamente sobrevivir en un lenguaje de prosa aparente. La poesía se despoja de todos los atavíos clásicos en una metamorfosis constante. Así, una de las obras maestras de D'Annunzio, un libro de memorias y a la vez diario de guerra titulado Nocturno, de 1921, es incluido en ocasiones dentro de sus libros de poesía. Es un libro único escrito en condiciones extraordinarias, con el autor gravemente herido en acción aérea de combate y casi ciego. Llegamos a la condensación expresiva y al vuelo de la imaginación y la analogía. Su estilo abandona el barroquismo decadentista, la profusión de subordinadas al estilo de Proust, y se torna sobrio, o como ha dicho un historiador de las letras: "enjuto y nervioso".
A partir de 1912 comienzan a aparecer por entregas en el "Corriere della Sera" sus Faville del maglio, (Chispas del martillo), prosas de divagación y recuerdo luego reunidas en tres tomos. En estas obras es tan poeta como en sus libros de versos.

He traducido un pasaje del primero de ellos, Il venturiero senza ventura (El aventurero sin ventura), donde hay una evocación de Miguel Ángel, de su alegoría de la Noche en las tumbas mediceas, y de la lucha de Jacob con el ángel del Señor, según el Génesis:

(De IL VENTURIERO SENZA VENTURA. Traduzco de la edición italiana de Mondadori, PROSE DI RICERCA, pags. 1132-1133 ):

" Camino a la ventura. El olivar es para mí como un pueblo afligido y convulso. (…) Anochece. Alguien comienza de nuevo a luchar con el ángel. No Jacob, sino aquí en la proximidad de las canteras, junto a un grupo de picapedreros, quien talló el Crepúsculo, el cincelador de la Noche. Breve tiempo luchó Jacob con aquel ángel nocturno, el cual por no poder vencerlo le dislocó el hueso del muslo. Pero el Buonaroti combatió contra su ángel toda su vida, desde cada ocaso a cada anochecida. Y cada vez también a él su ángel le decía: "Déjame marchar, porque ya despunta el alba". Y cada vez él respondía: "No te dejaré marchar, hasta que no te haya esculpido, yo a ti, tú a mí."
Y lucha todavía. Por estos montes, por estos bosques, por estos pedregales lucha todavía. Le he visto, le veo plantando en tierra aquellos pies suyos que con las uñas salvajes agujerean la suela; y a cada sacudida le vuelan plumas celestes en torno a la frente contraída.
Si la lucha es arte, el arte es lucha. Lo sé. Me complace sufrir tanto. Y si él me viese me amaría. Lo veo. Cierro aún los ojos. Me detengo todavía. Me aprieto contra un olivo descarnado y nervudo como el luchador. Jadeo y sufro como él. "¿Cuál es tu nombre? Declárame tu nombre". Oír más allá, ver más allá, son los indicios de mi enfermedad inmortal.
"En tu pecho secreto acoge almas reencendidas por el ardor de la vida"."



En su vejez, D'Annunzio aspira ya a la escritura total, más allá de los géneros. Un ejemplo de ello es su último libro, Las 100 y 100 y 100 y 100 páginas del libro secreto de Gabriele D'Annunzio tentado de morir (1935), más conocido simplemente como El libro secreto. Un libro que lo mismo podía tener 400 páginas que mil. Un estilo que no se configura en torno a un plan, una voz que comienza a cantar y no se detiene, extendiendo variaciones amplias y arabescos insólitos. Un estilo, por tanto, que evoca lo infinito y parece compartir algo de él. Por ello no es de extrañar que su discurso divagante y sin límites, multiforme, cristalice en ocasiones en verso clásico de forma natural, y que aparezcan incrustados poemas oscuros y sibilinos que recuerdan a los poemas de la última etapa de Hölderlin, en sus años de locura. La prosa puede pasar al verso, en hexámetros medidos clásicamente, con total fluidez, como prolongación lógica… y con la misma naturalidad vuelve luego a entonar su ritmo irregular y fluctuante. En El libro secreto hay varios de estos poemas, todos con el mismo título de NOCTIVAGUM MELOS, esto es, melodía "noctívaga" o sonámbula…


NOCTIVAGVM MELOS.

Non so. non chiedo. non indago l'ombra.
Nulla è di qua, nulla è di là dal velo.
La menzogna è la druda dell'oblio.
Nell 'antitempio è il traffico del dio.
Ogni prece è un mezz'òbolo di cielo.
Supino sul mio letto vilipeso,
figura di bassissimo rilievo,
occupo l'arca che non ha coperchio.
Nessun asceta infondo al suo deserto
seppe scarnirsi mai come scarnire
io mi seppi. non ho nulla soverchio:
non la cera pe' moccoli. non peso
nelle braccia di quelli che, se degni
di me, non piangeranno. eccomi illeso
tra l'alba prima e la non prima morte.
Come ho l'odio e l'amore della sorte
ho in dispregio il passato e I 'avvenire.

Se tra l'odio e l'amore della sorte
io senza fede vivo e senza tema,
'pulvis et umbra', polvere non ombra,
aridità che dona e non iscema,
perché m'è l'alba imagine di morte?
L'una e l'altra mi sono arte del cielo?
È di entrambe misura la mia fronte?
L'estremo sonno mi consacra a Delo:
della mia compiutezza è statuario.
Non vena di carrara, non di pario
non alabastro, non cristal di monte:
una sostanza di vivente gelo.
L'alba fuga il mio mito antelucano.
Pur mi sovviene di quell'istmo arcano,
senza pentathlo, senza aganoteti,
senza la numerosa ode e l'uliva
umiliate al giocator di pugna,
dov'io solo cantai me stesso invitto.


Se incluye aquí una evocación de los juegos olímpicos y píticos de la Antigüedad, con el recuerdo de la figura del agonotetis (árbitro sacral de los juegos), de las odas de Píndaro y de las coronas de olivo silvestre concedidas a los atletas vencedores. (Traducción de Julio Gómez de la Serna):

NOCTIVAGVM MELOS.

No sé. No pregunto. No indago la sombra.
Nada hacia acá, nada hacia allá del velo.
La mentira es la concubina del olvido.
En el atrio del templo está el comercio del dios.
Toda plegaria es medio óbolo de cielo.
Tumbado sobre mi lecho vilipendiado,
figura de bajísimo relieve,
ocupo la tumba sin tapa.
Ningún asceta en el fondo de su desierto
supo enflaquecer nunca como yo
supe enflaquecer. No tengo tapa alguna:
ni la cera para los cabos. No peso
en los brazos de los que, aunque dignos
de mí, no llorarán. Heme aquí ileso
entre el alba primera y la no primera muerte.
Así como el odio y el amor del destino,
siento desprecio por el pasado y el porvenir.

Si entre el odio y el amor del destino,
yo sin fe vivo y sin temor,
"pulvis et umbra", polvo, no sombra,
sequedad que da y que no mengua,
¿por qué es para mí el alba imagen de muerte?
¿la una y la otra son para mí arte del cielo?
¿Y es medida por ambas mi frente?
El sueño extremo me consagra a Delos;
es el estatuario de mi perfección.
Ni vena de Carrara, ni de Paros;
ni alabastro ni cristal de roca:
una substancia de viviente hielo.
El alba huye de mi mito antelucano.
Aunque recuerdo aquel istmo arcano,
sin pentathlon y sin agonotetis,
sin la numerosa oda y la oliva
humilladas al jugador de lucha,
donde yo sólo me cantaré a mí mismo, invicto.
 
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